Amadas hermanas, llegamos al corazón del evangelio: la resurrección de Jesucristo. El apóstol Pablo dedica este capítulo entero a enfatizar esta verdad que es el fundamento de nuestra fe.
Primero, Pablo nos recuerda el evangelio que recibimos, en el cual permanecemos firmes y por medio del cual somos salvas (1 Co 15:1-2). El evangelio es sencillo pero poderoso: Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó al tercer día conforme a las Escrituras (1 Co 15:3-4). ¡Esta es la noticia más gloriosa que ha recibido la humanidad! La muerte de Cristo no fue accidental; fue el cumplimiento del plan eterno de Dios para salvarnos.
Pablo continúa presentando pruebas de la resurrección, mencionando apariciones a Pedro, a los doce, a más de quinientos hermanos a la vez, y finalmente a él mismo (1 Co 15:5-8). Hermanas, la resurrección de Cristo no es un mito ni una leyenda; es una realidad histórica respaldada por testigos presenciales.
Luego, Pablo aborda un problema que existía en Corinto: algunos dudaban de la resurrección de los muertos (1 Co 15:12). Pablo muestra las implicaciones terribles si esto fuera cierto: si Cristo no resucitó, nuestra fe es vana, todavía estamos en nuestros pecados, y somos dignos de lástima (1 Co 15:13-19). Pero gracias a Dios, ¡Cristo sí resucitó!
Cristo es “primicias” de la resurrección, lo que significa que así como Él resucitó, también nosotras resucitaremos en el día final (1 Co 15:20-23). Esta esperanza segura cambia nuestra forma de enfrentar la vida y la muerte. No vivimos temiendo el fin, sino esperando un glorioso comienzo eterno.
Pablo explica además cómo será esta resurrección: nuestros cuerpos actuales, perecederos y débiles, serán transformados en cuerpos gloriosos, imperecederos y poderosos (1 Co 15:42-44). ¡Qué gloriosa esperanza nos aguarda! Y como está escrito, en ese día se cumplirá: “Sorbida es la muerte en victoria” (1 Co 15:54).
Finalmente, este capítulo concluye con una exhortación poderosa: “Así que, hermanas mías amadas, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co 15:58).
Queridas, debido a que Cristo vive, cada esfuerzo, cada oración, cada acto de amor y servicio tiene significado eterno. Vivamos, pues, a la luz de esta hermosa realidad, sabiendo que nuestra esperanza está segura en Jesús, quien venció la muerte y nos prometió la vida eterna.
Que esta verdad anime vuestros corazones y renueve vuestras fuerzas hoy y siempre. 🙏💌