Una de las cosas que más disfruto al reflexionar en la Palabra es cómo cada pasaje, cada versículo, tiene el poder de confrontarnos, consolarnos y transformarnos. Mateo 3:13-17 es uno de esos textos que siempre me deja asombrada. Me maravilla cómo la escena del bautismo de Jesús nos revela la profundidad del carácter de Dios y la magnitud de Su obra redentora. Es un pasaje que no solo nos muestra quién es Jesús, sino que nos invita a reflexionar sobre nuestra propia relación con Él.
Recuerdo la primera vez que medité seriamente en este pasaje. Me hice muchas preguntas: ¿Por qué Jesús, el Hijo de Dios sin pecado, necesitó ser bautizado? ¿Qué quiso decir con “cumplir toda justicia”? ¿Qué significa para mí hoy este evento? Estas preguntas me llevaron a estudiar y orar, y en este artículo comparto las respuestas que encontré en la Palabra y en el consejo de hermanos en la fe.
El bautismo de Jesús: Una muestra de humildad perfecta
Es impactante pensar en Jesús, el Hijo eterno de Dios, poniéndose en la fila junto a los pecadores para ser bautizado por Juan. ¿Cómo no maravillarnos ante Su humildad? Él no tenía necesidad de arrepentirse, pero decidió identificarse con nosotros, pecadores necesitados de gracia. Esto me enseña que nuestra salvación comienza con un Dios que se humilla para acercarse a nosotros, y me desafía a vivir en esa misma humildad.
El cumplimiento de toda justicia: Su perfecta obediencia
Cuando Jesús le dice a Juan: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mateo 3:15), está subrayando Su compromiso total con la voluntad de Dios. Jesús no vino a abolir la ley, sino a cumplirla perfectamente. Esto me recuerda que Su obediencia es la base de nuestra salvación. Si Él fue obediente hasta la muerte, ¿cómo no confiar en Su perfecta justicia imputada a nosotras? Su bautismo nos enseña que el camino hacia la cruz empezó con obediencia, y el nuestro también debe estar marcado por ella.
La voz del Padre y el Espíritu que desciende: Nuestra identidad en Cristo
Uno de los momentos más hermosos de este pasaje es cuando el cielo se abre y el Padre declara: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Qué maravilloso saber que, al estar en Cristo, esta misma aprobación es nuestra. No porque la merezcamos, sino porque estamos unidos a Él. Su bautismo nos recuerda que somos amadas y aceptadas por Dios, no por lo que hacemos, sino por lo que Cristo ya hizo.
El bautismo hoy: Una proclamación de vida nueva
Para nosotras, el bautismo es más que un símbolo. Es una proclamación pública de nuestra unión con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección (Romanos 6:3-4). Al ser bautizadas, declaramos que hemos muerto al pecado y vivimos para Dios. No es un requisito para la salvación, pero sí una obediencia que nos identifica con nuestro Señor y Su iglesia. Es un recordatorio constante de que nuestra vida le pertenece a Él.
Un llamado a vivir en obediencia
El bautismo de Jesús no solo nos enseña sobre quién es Él, sino que también nos llama a vivir una vida marcada por la humildad, la obediencia y la identidad en Él. Nos invita a recordar que somos amadas por el Padre y capacitadas por el Espíritu para caminar en esta nueva vida.
¿Estamos viviendo a la luz de esta verdad? ¿Reflejamos en nuestro día a día que somos hijas amadas de Dios? Que este pasaje nos inspire a seguir a Jesús con todo nuestro corazón, confiando en Su perfecta obra y obedeciendo Su llamado con humildad y gratitud.