Salmo 119:18 “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley.”
Amiga, ¿te has detenido a pensar en lo profundo de esta oración? El salmista está rogándole a Dios que le abra los ojos. ¡Qué humillación tan dulce! Nos recuerda que no podemos entender las maravillas de Su Palabra por nuestra propia fuerza o intelecto. Necesitamos de Su intervención divina para realmente ver y comprender.
Necesitamos hacer esa oración porque, por naturaleza, somos ciegos a las maravillas de la Palabra de Dios.
Nuestro entendimiento está limitado por el pecado, nuestra mente distraída por las preocupaciones del mundo y nuestro corazón inclinado a buscar satisfacciones pasajeras. Sin la ayuda de Dios, podemos leer las Escrituras y no comprender su profundidad, o peor aún, no ver cómo nos habla personalmente y revela a Cristo
En Su ley hay maravillas, tesoros escondidos que no son evidentes a simple vista. ¿Cuántas veces leemos la Biblia rápidamente, como si fuera un libro más, y no nos detenemos a pedirle al Señor que nos ilumine? Este versículo es un llamado a depender de Él. Solo cuando Él abre nuestros ojos, podemos mirar Su gloria, Su sabiduría y Su amor reflejados en Su Palabra.
Pero esto no es solo una oración para el conocimiento; es una oración para el cambio de vida. Ver las maravillas de Su ley significa también ver cómo nos confronta, cómo nos consuela y cómo nos transforma. Es un recordatorio de que Su ley no es una carga, sino un deleite para aquellos que hemos sido redimidos por Cristo.
Hoy te invito a orar como el salmista: Señor, abre mis ojos. Permíteme ver lo que Tú quieres que vea. Ayúdame a entender lo que solo Tú puedes revelar. Llévame a amar Tu Palabra y vivirla. ¡Que cada día podamos descubrir nuevas maravillas en Su ley!