¿Quién está invirtiendo en tu vida espiritual y en quién estás invirtiendo tú?
En Tito 2:3-5, Pablo pinta un cuadro hermoso de cómo debería verse la relación entre mujeres en la iglesia: “Las ancianas… maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.”
Es como si Dios estuviera diciendo: “Esto es un trabajo en equipo.” Las ancianas no solo están ahí para “dar consejos,” sino para caminar al lado de las jóvenes, enseñándoles con su ejemplo cómo vivir una vida que glorifique a Dios, modelando el evangelio de Jesucristo con sus vidas. Y las jóvenes, por su parte, no deben intentar vivir solas su fe, sino buscar y aprender de esas mujeres que ya han pasado por temporadas de lucha, gozo y crecimiento en Cristo.
Es un diseño tan práctico como hermoso. Las ancianas son como guías espirituales que con paciencia nos ayudan a entender qué significa ser esposas, madres, mujeres de fe en un mundo que constantemente nos grita que vayamos en dirección contraria. Su experiencia no es solo sabiduría; es un regalo de Dios para que las más jóvenes no caminen a ciegas.
¿Y cómo deberían responder las jóvenes? Con un corazón humilde y dispuesto a aprender. En lugar de pensar que “yo puedo sola” o “eso ya no aplica,” necesitamos abrirnos a ser formadas, sabiendo que su guía viene desde un lugar de amor y de años caminando con el Señor.
Pero esto no es solo un mandato; es una oportunidad. Una oportunidad de crecer juntas, de animarnos mutuamente, de ser un reflejo de lo que significa el cuerpo de Cristo. Porque cuando vivimos este diseño, no solo nos edificamos unas a otras, sino que mostramos al mundo lo increíble que es vivir según la verdad de Dios.
Yo recuerdo con mucho amor algunas hermanas amadas que han sido una guía sabia para mi. No solo con palabras, yo las observaba mientras vivían sus vidas, sus luchas, sus quebrantos, e incluso sus faltas me han enseñado a mirar a Cristo y ver su amor sustentador. No se trata de hacernos las perfectas, se trata de apuntar a aquel que sí es Perfecto y nos perfecciona: Jesucristo.
Así que pregúntate: ¿Quién está hablando vida sobre ti? ¿Quién está siendo ese ejemplo piadoso en tu vida? Y, por otro lado, ¿a quién estás animando, edificando o enseñando? Porque, no importa en qué etapa estés, siempre hay alguien a quien puedes impactar.
Dios nos diseñó para caminar juntas. Una generación enseñando a la otra. Porque mostramos lo hermoso que es seguir a Cristo.