Bienvenida al capítulo 15 de Mateo.
Aquí veremos cómo Jesús nos invita a ir más allá de las apariencias y tradiciones, enfocándonos en un corazón sincero delante de Dios. Acompáñame a meditar en su compasión y a reflexionar sobre una fe que transforma nuestra vida.
Jesús Confronta las Tradiciones Humanas (Mateo 15:1-20)
En este pasaje, vemos a los fariseos y escribas acercándose a Jesús, no para aprender de Él, sino para criticar a sus discípulos. Le dicen que sus seguidores no cumplen con la tradición de lavarse las manos antes de comer. Para ellos, esta era una práctica religiosa muy importante, no solo por higiene, sino porque creían que les ayudaba a mantenerse “puros” delante de Dios.
Jesús no se queda callado y les da una lección que va directo al corazón del problema. Les muestra que están más preocupados por sus tradiciones humanas que por obedecer los mandamientos de Dios. Por ejemplo, ellos habían creado reglas que les permitían evitar cuidar a sus padres con la excusa de que estaban dedicando sus bienes a Dios. Jesús les dice que, al hacer esto, están desobedeciendo el mandamiento de honrar a los padres.
Luego, Jesús da una enseñanza muy clara: no es lo que entra por la boca lo que nos hace impuros, sino lo que sale de nuestro corazón. Cosas como los malos pensamientos, las mentiras, el odio, la envidia, el orgullo, todo eso es lo que realmente nos aleja de Dios, no lo que comemos o si cumplimos tradiciones externas.
Para nosotras como mujeres, esto tiene una aplicación muy práctica. Es fácil caer en la trampa de preocuparnos más por cómo nos vemos, cómo nos comportamos delante de los demás o incluso por cumplir con ciertas “reglas” religiosas, mientras descuidamos lo que Dios realmente quiere: un corazón limpio, sincero y lleno de amor por Él y por los demás.
Jesús nos recuerda que lo externo no tiene valor si nuestro interior está lejos de Dios. En lugar de enfocarnos solo en las apariencias, debemos preguntarnos: ¿Dónde está tu enfoque? ¿En seguir reglas externas o en tener un corazón limpio delante de Dios? Jesús quiere una relación genuina contigo, no apariencias.
La Fe de la Mujer Cananea (Mateo 15:21-28)
Jesús se retira a la región de Tiro y Sidón, áreas gentiles ubicadas en Fenicia, al norte de Galilea. Una mujer cananea, no israelita, se acerca y clama por la liberación de su hija que está “terriblemente atormentada por un demonio” (v. 22). Este pasaje tiene tres momentos clave:
• El silencio de Jesús (v. 23): A pesar de los gritos persistentes de la mujer, Jesús no responde inmediatamente. Este silencio puede parecer desconcertante, pero es una prueba de fe. También refleja la misión inicial de Jesús, quien vino primero a los “ovejas perdidas de la casa de Israel” (v. 24).
• La respuesta desafiante (v. 26): Jesús usa una metáfora cultural, refiriéndose a los gentiles como “perritos”, una imagen común en el judaísmo que contrastaba la posición privilegiada de Israel como “hijos”. Esto no es un insulto, sino una prueba que revela la humildad y perseverancia de la mujer.
• La fe extraordinaria (v. 27-28): La mujer responde con humildad y confianza: “Sí, Señor; pero aun los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Esta declaración conmueve a Jesús, quien exalta su fe y concede su petición.
Jesús muestra que la salvación no está limitada a Israel, sino que la fe genuina, sin importar la etnia o trasfondo, es la clave para acceder a las bendiciones de Dios.
¿Tienes esa fe? Acércate a Él con confianza, sabiendo que Él siempre escucha.
Jesús Sana y Alimenta a una Gran Multitud (Mateo 15:29-39)
Después, Jesús fue al lado del mar de Galilea, y grandes multitudes llegaron a Él con sus enfermos. Jesús sanó a todos y, al ver que la gente tenía hambre, multiplicó siete panes y unos pocos peces para alimentar a más de cuatro mil personas.
Los discípulos mencionan que solo tenían siete panes y unos pocos pececillos, lo cual parecía insignificante ante la multitud. Sin embargo, Jesús tomó lo poco que tenían, lo bendijo y lo multiplicó.
Aunque lo que tenemos sea poco (tiempo, recursos, talentos), Dios puede usarlo si lo ponemos en Sus manos. No debemos menospreciar lo que ofrecemos, porque Dios es quien lo multiplica (2 Corintios 9:10).
Este milagro no solo nos muestra el poder de Jesús, sino también Su compasión. Él no solo se preocupa por nuestras necesidades espirituales, sino también por las físicas. Jesús nos enseña que podemos confiar en que Él proveerá todo lo que necesitamos, incluso cuando parece imposible.
Aunque Jesús realizó el milagro, los discípulos participaron activamente al repartir el pan y los peces. Jesús los usó para llevar la bendición a la multitud. Esto nos recuerda que Dios quiere que seamos instrumentos en Su obra.
Estamos llamadas a ser colaboradoras en el Reino de Dios. No debemos quedarnos como espectadoras, sino que debemos servir a los demás con amor y humildad (Gálatas 5:13).
Conclusión
Mateo 15 nos enseña a mirar más allá de las apariencias y enfocarnos en lo que hay en nuestro corazón. Jesús nos llama a una relación sincera y llena de fe. También nos recuerda que Él es suficiente para todas nuestras necesidades, grandes o pequeñas.
Ven a Jesús, porque Él siempre está dispuesto a escucharte y proveer para ti.
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