• ¿Cómo puedo compartir lo que Cristo ha hecho en mi vida con las personas a mi alrededor?
• ¿Estoy viviendo de una manera que refleje el amor y la gracia de Jesús?
• ¿Hay alguien en mi círculo cercano con quien Dios me está llamando a compartir el Evangelio?
Juan 4:28-30, 39 (RVR)
“Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo? Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él… Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio.”
Jesús, como lo hizo con la mujer samaritana, nos encontró en nuestro pozo más profundo, nos dio Su agua viva y transformó nuestra vida (Juan 4:10-14). Ahora, esa misma gracia que nos redimió nos impulsa a compartirla con quienes aún no la conocen.
Cuando entendemos la magnitud de lo que hemos recibido, nuestro corazón no puede permanecer indiferente. El Evangelio no es un tesoro para guardar, es un río para compartir. Ser misionera surge de este anhelo: “Si yo, siendo tan inmerecedora, fui alcanzada por Su amor, ¿cómo no compartirlo con quienes aún están perdidos?
¿Qué es una misionera?
La palabra “misionera” deriva también de “missio”. En su raíz, significa alguien que es “enviada”. Una misionera es una mujer que ha sido llamada por Dios para llevar Su mensaje de salvación y actuar como embajadora de Cristo (2 Corintios 5:20). No se limita a cruzar fronteras geográficas; es alguien que lleva el amor, la verdad y la luz de Jesús a donde Él la guíe, sea cerca o lejos.
Toda mujer cristiana está llamada a ser una misionera en su entorno, reflejando a Cristo en su hogar, trabajo, iglesia y comunidad. Este llamado es un privilegio, no solo para unas pocas, sino para todas las que han sido alcanzadas por el amor de Dios.
Una misionera puede ser una madre enseñando a sus hijos sobre Jesús, una amiga que comparte el Evangelio con alguien en necesidad, o alguien que sirve en su iglesia local. También puede ser una mujer que cruza fronteras culturales y físicas para llevar el mensaje de salvación a otros lugares.
Ser misionera significa vivir una vida que apunte siempre a Jesús. No se trata solo de lo que decimos, sino de cómo vivimos, cómo amamos y cómo servimos. En un mundo lleno de distracciones, la misionera se enfoca en hacer que Cristo sea conocido en cada rincón.
Hoy, más que nunca, hay una necesidad urgente de mujeres valientes que vivan en obediencia al llamado de Dios. En un mundo que anhela esperanza, cada mujer puede ser un canal de la gracia y la verdad de Dios, impactando vidas para la eternidad.
Pero esta misión no se trata de abandonar nuestro diseño ni de asumir roles que Dios no nos ha dado. Ser misionera no implica violar el rol que Dios ha establecido para la mujer dentro de Su iglesia, sino vivir plenamente dentro de ese diseño divino. Como dice Tito 2:3-5, las mujeres mayores deben enseñar a las más jóvenes a amar a sus esposos e hijos, a ser prudentes, puras y ejemplo de buenas obras.
Preguntas para tu corazón:
• ¿He meditado en lo inmerecedora que soy de la salvación que Dios me regaló?
• ¿Cómo puedo compartir ese regalo con quienes me rodean sin salir de mi diseño divino?
• ¿Estoy dispuesta a ser fiel en las “pequeñas misiones” de mi vida diaria, como enseñar, amar y servir?
La misionera no busca ser vista, busca que Cristo sea conocido. No se enfoca en lo que no puede hacer, sino en lo que Dios le ha llamado a hacer.
Ser misionera no es solo un acto, es un estilo de vida. Comienza en tu corazón, en lo secreto con Dios. Prepara tu corazón en oración, porque la misión inicia cuando hablas con tu Padre celestial. Ora por sabiduría, por amor y por las personas que Dios quiere tocar a través de ti.
Indaga en la Biblia diariamente, porque Su Palabra es el mapa que guía tus pasos. Mientras más la leas, más se encenderá en ti el fuego de Su verdad y Su amor. En cada página encontrarás fuerzas, promesas y la dirección para ser una portadora de Su luz.
Hermana, el mundo necesita manos que trabajen, labios que hablen y corazones que amen. Tú puedes ser esa luz, esa voz, ese instrumento en las manos del Creador. Camina con fe, ora con fervor y proclama con valentía. No temas, porque Jesús está contigo, y Su Espíritu te dará la fuerza y las palabras que necesitas.
Prepara tu corazón, porque Dios quiere usarte hoy, exactamente donde estás.